Desde siempre el hombre y la mujer han mentido cuando se trata de comentar sus cosas personales o la versión de algún suceso. No con esto se afirma que la mentira sea lo más común o el estado normal de un intercambio. Para nada. Hay mucha gente honesta a la que gusta conducirse con la verdad. La mentira pudo haber existido siempre, pero ahora es más compleja. Se miente para ocultar alguna verdad incómoda, por una conveniencia, por manipulación, por placer o manía para encubrir, confundir o hacer dudosa una posible verdad.
Hay personas que la justifican diciendo que son mentiras piadosas. Otras son maliciosas que buscan obtener una ventaja o dañar a otra persona. Sea cual fuere el contexto, es posible que muchos no acepten ninguna justificación, aun cuando haya quienes afirman que la historia del ser humano es una ficción. No confundir con una narración literaria, pues a lo largo de la historia se han construido relatos como producto de la imaginación humana, de esa facultad persuasiva y retórica para decir las cosas de manera metafórica e interpretar hechos de la vida con sentido poético. Tal vez así nacen los mitos y leyendas, cuyo origen se pierde en los insondables rincones del tiempo.
La historia está llena de mitos y leyendas que han moldeado sociedades, influido en eventos clave y finalmente han alterado el curso de la realidad. En la antigüedad hay muchos ejemplos y tal vez los más cercanos sean Egipto, Grecia y Roma, cuyas mitologías no eran hechos reales en términos objetivos, pero cumplieron una misión importante para lograr la cohesión social y justificar el poder de los gobernantes.
A nivel personal, la mentira ha sido una herramienta en la construcción de identidades, mantenimiento de relaciones y la protección de intereses propios, con un impacto evidentemente negativo. Y en la actualidad, su uso en la política ha ido cobrando efectos destructivos con la expansión de internet y las redes sociales, tomando nuevas formas, reiterando aquella frase de Goebbels que decía “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, logrando que la mentira deliberada se convierta en una acción política, en gobiernos sin escrúpulos con pueblos incultos, pasivos, poco críticos y no participativos.
Otra frase atribuida al principal ideólogo del nazismo, dice: “Miente, miente, miente, que algo quedará. Cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá”. Quizá el récord de mentiras pueda pertenecerle a Donald Trump, pues se le atribuyen más de 25 mil mentiras en sus cuatro años de gobierno anterior. Con mandatarios como él, parece que la política no tiene espacio para la verdad.
Las falacias de una verdad a medias, de una falsa ideología, o de un espacio para distraer de lo importante, son muy usados en el ámbito político. La desinformación, las noticias falsas (fake news) y la manipulación informativa, representan un desafío específico para las endebles democracias del mundo, pues afectan la legitimidad de las instituciones, la confianza ciudadana y las decisiones que se tomen en el ámbito político, social, cultural, económico y científico.
Además de la televisión, con el auge de los medios digitales y las redes sociales, la desinformación y las noticias falsas han proliferado. La tecnología de la inteligencia artificial permite crear videos ultrarrealistas, audios con la voz duplicada de algún personaje, que puede engañar a cualquiera que no sea buen observador. Líderes y dictadores de países utilizan las mentiras y la propaganda falsa para consolidar su poder. La mentira en la publicidad exagera beneficios de productos y oculta riesgos que se pueden tener. ¿A quién puede gustarle una relación basada en la mentira?
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