Al comenzar el presente siglo, Klaus Töpfer, Director Ejecutivo de PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente), en ocasión del Día Mundial del Medio Ambiente el 5 de junio de 2002, y del Año Internacional del Montañismo, manifestó que por aquellos días un grupo de investigadores regresaron del Himalaya donde recopilaron información de testigos oculares, monjes, lugareños y otros viajeros, sobre el estado del medio ambiente de la cadena montañosa más famosa del mundo.
Registraron en palabras, fotografías y películas los drásticos efectos del calentamiento de la atmósfera en los glaciares, que causan un rápido deshielo y la acumulación de sus aguas en los lagos de las montañas. Esos lagos podrían desbordarse en breve y verter millones de toneladas de agua y sedimento en los valles inferiores poniendo en peligro la vida de muchas personas y posiblemente varios cambios al ecosistema.
La expedición examinó los efectos del turismo en las montañas y concluyó en que, en su mayor parte, ese turismo es nocivo para el medio ambiente y una carga para la población, la vida silvestre y los paisajes de esas áreas salvajes, tan limpias de contaminación en el pasado y tan expuestas a la irresponsabilidad de todo tipo de actitudes que trae aparejada la presencia humana.
Lo mismo ocurre en infinidad de regiones en el mundo entero. En nuestra entidad, la degradación del medio ambiente, es decir, de todo aquello que rodea al ser humano y constituye su hábitat, es una realidad palpable y progresiva, urgente de atender por su complejidad, y que necesita la participación de todos: menores y adultos, hombres y mujeres, profesionistas y obreros, ricos y pobres, de todas las manifestaciones religiosas y agrupaciones oficiales y no gubernamentales, y de todos los funcionarios titulares y colaboradores de los gobiernos federal, local y municipal, así como de la colaboración reflexiva y práctica entre países en el plano internacional, porque todos vivimos sobre el mismo planeta y vamos a sufrir las mismas consecuencias desastrosas en un futuro próximo, demasiado cercano para las mentes inconscientes que alientan actitudes destructivas a partir de sus actos personales y cotidianos, de grupos partidistas, de gobierno o de empresas privadas o estatales a quienes no les importa una visión de protección ambiental.
La degradación del medio ambiente es una realidad tangible que muchas personas no terminan de comprender y por lo tanto no asumen la responsabilidad correspondiente. Con sus actitudes y prácticas niegan la trascendencia del problema o tal vez confían demasiado en la ciencia y la tecnología, las mismas con las que el hombre ha contaminado por su uso irracional, al no ha prever las consecuencias, o viven con la certeza de que el ser humano encontrará por inspiración divina cómo detener el deterioro irreparable de su casa natural, un instante antes de consumarse su extinción.
Los veracruzanos protestaron mucho tiempo por la central nucleoeléctrica de Laguna Verde; de instalaciones viejas y descuidadas y los pozos abandonados de PEMEX, que están acabando con la biodiversidad en las tierras próximas y en las lagunas y ríos que afectan con su vertedero al mar. Una polución enorme que amenaza con el colapso y la extinsión, y que ha sobrevivido a todos los gobiernos federales y locales de los últimos tiempos.
L. Boff, en “Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres” asegura que la contaminación es “la consecuencia de un asalto, de una agresión, de una matanza acelerada, perpetrada en beneficio exclusivo de la generación presente”. Pareciera que el hombre se siente capaz de dominar a la naturaleza y sujetarla a sus caprichos y conveniencias sin padecer los efectos de su locura irracional. Esos efectos los denuncia Yuval Noah Harari en su libro “De animales a Dioses”.
La población civil ha denunciado desde siempre la contaminación ambiental, a través de sus intelectuales, de organismos no gubernamentales, de las Madres Veracruzanas, de las instituciones educativas, pero la “contaminación política” no permite analizar la secuela de la contaminación ambiental y la pertinencia de las demandas.
Justicia piden los veracruzanos que sufrieron derrames de hidrocarburos y gases tóxicos por las descuidadas y enmohecidas instalaciones de PEMEX. Justicia ambiental, que no es otra cosa que el tratamiento justo para que grupos humanos y ecosistemas no tengan que sufrir las consecuencias ambientales negativas ocasionadas por descuidos, malas decisiones o violaciones a la ley y, además, la aplicación de leyes, reglamentos y políticas de preservación ambiental. En los tres ámbitos del gobierno hay mucho qué hacer, pues los avisos son ya demasiados.
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