De Veracruz al mundo
Otorga el Senado el premio Rosario Castellanos a la escritora Silvia Molina.
Este homenaje, le dijo “es para usted y para todos los lectores que han encontrado en sus páginas, la certeza de que siempre podemos aspirar a una vida más luminosa”.
Martes 30 de Septiembre de 2025
Por: La Jornada
Foto: Luis Castillo.
CDMX.- En sesión solemne, el Senado de la República otorgó hoy el premio al Mérito Literario Rosario Castellanos, a la escritora, poeta, ensayista y promotora cultural, Silvia Molina, quien desde el pleno de esa cámara expuso que “si la vida es una aventura, la literatura es una reflexión de lo que uno recuerda de la vida. Es una búsqueda de nosotros mismos, un repaso del mundo y su condición humana”.

Silvia Molina expresó que recibía ese premio como “una distinción y una responsabilidad, la de cuidar otro nombre”, el de Rosario Castellanos y expresó incluso su asombro por el hecho de que el día de hoy me haya tocado estar aquí con ustedes, honrando a este escritora universal, y recordándole como la gran intelectual que fue”.


Antes, al hablar a nombre del Senado, la presidenta de la Comisión de Cultura, Beatriz Mojica Morga, expuso que ese premio lleva un mensaje claro: “México reconoce a sus creadores, a las mujeres que con su palabra han transformado la vida de la nación”.

Este homenaje, le dijo “es para usted y para todos los lectores que han encontrado en sus páginas, la certeza de que siempre podemos aspirar a una vida más luminosa”.

La senadora de Morena formuló un repaso de la obra de la galardonada, una mujer, expuso, “cuya voz ha sido puente entre la memoria individual, la memoria colectiva”.

Hablar de Silvia Molina, resaltó, “es recorrer los caminos de la literatura mexicana” en las últimas cinco décadas, que con la misma emoción nos condujo desde las páginas La mañana debe ser gris, su primera novela que recibió el Premio Javier Villaurrutia, hasta relatos y ensayos que forman parte de nuestra historia literaria”.


Su obra, agregó, incluyó también novela infantil, ensayo críticos y de difusión literaria. En sus páginas hemos encontrado declaraciones que nos animan en el corazón como ella misma lo ha dicho, ”si quieres hacer y no haces nada para lograrlo, estás perdida. Esta declaración, resume su literatura de mujeres y hombres que buscan, que desafían los límites y se atreven a imaginar otra vida posible. Como Rosario castellanos, Silvia Molina ha dado a la palabra un sentido emancipador”.

Por su parte, la escritora explicó que el nombre de Silvia Molina es un seudónimo, ya que su padre, Héctor Pérez Martínez, fue un gran periodista e intelectual de Campeche, que murió cuando ella era muy niña y cuando ya joven se decidió a escribir y terminó su primera novela La mañana debe seguir gris decidió que era una responsabilidad muy grande usar su nombre.

Su madre, Celia Campos, una sonorense hermana de tres generales de división revolucionarios, detalló, quedó viuda con cinco hijos y sin dinero, pero cuando ella le preguntó si no les había dejado alguna herencia, le respondió “Tu padre les heredó un hombre limpio, algún día, comprenderás y cuidará su apellido”.

Ello, recalcó, es el núcleo de su obra. La búsqueda del padre “y el deseo de hacer mío de veras Campeche, la búsqueda de mis raíces”, la llevó a escribir varios obras sobre la entidad, como Las letras del siglo XIX, en Campeche y varios libros más.

Silvia Molina expuso que su obra la componen también libros de lo que contaban en reuniones familiares sus tíos generales, sobre sus batallas en la Revolución y hablaban de sus jefes Álvaro Obregón, Benjamín Gil, Ignacio, Pesqueira, Francisco Serrano.

De la historia de uno de sus tíos, que estuvo escondido en una pared falsa del sótano de su abuela más de un año, perseguido porque estaban contra la relección de su jefe Álvaro Obregón, “el que llamaba a los Celis mis muchachitos, porque eran casi unos niños cuando se fueron con él”, nació el libro La familia vino del Norte.

Asimismo, explicó, aún muerto su padre, a su casa llegaban todos los domingos a comer los exiliados españoles que fueron sus amigos y nunca lo olvidaron, entre ellos los poetas León Felipe y Juan Rejano, pintores y médicos, que no les cobraban la consulta, además de científicos, editores, “la historia es larga”, dijo y fue material también para sus libros.

Se decidió también a escribir obras para niños, porque en aquella época “la dislexia no se trataba, era una discapacidad desconocida. Cuando conocí el milagro de encontrarle a la unión de las letras, un significado, sentí por primera vez que nunca más viviría avergonzada de no saber leer, y había otros mundos y otras personas que me acompañarían toda la vida”.

Los únicos momentos , agregó, “en que perdí el miedo a un entorno que no podía entender, era cuando mi madre y mis hermanos me leían y me contaban cuentos que sabían o inventaban para mí, lo que fue siempre una manera de darme seguridad y decirme lo que tanto me querían con su lectura, me hacía feliz y por eso también empecé a escribir literatura infantil para mis hijas, algo que seguía siendo, aunque fueron creciendo, porque me gustó el reto. Escribir para niños, es más difícil de lo que se cree.

Expuso luego que una de sus escritoras favoritas ha sido Rosario Castellanos, porque reconocí en ella de alguna manera sureste, al ser humano marginado, el infierno de la explotación y de las pasiones humanas que se sufren en la intimidad. Rosario fue una escritora inteligente, culta, de disciplina, que se exigía demasiado y que moldeó sus palabras hecha de sufrimiento, pero siempre le salvaron la ironía y el sentido del humor”.

“José Emilio Pacheco escribió que la obra de Rosario Castellanos era una de las más importantes que se habían escrito en México, lo mismo en el verso que en la prosa narrativa en el ensayo. Dijo que no sólo era para ella el descubrimiento del mundo interior, sino el deber que nos acerca a los demás y da nombre y sentido a las palabras”.

Destacó la obra feminista e indigenista de Rosario Castellanos, sus poemas, que son, sostuvo, “pequeñas joyas que llegaron al lector”, de forma sencilla y precisa, melancólica y desgarradora, pulida, rotunda. En fin, escuchen esto: “No me toques el brazo izquierdo, duele de tanta cicatriz. Dicen que fue un intento de suicidio, pero yo no quería más que muy profunda, largamente como duerme la mujer que es feliz.”

Con ese poema de Rosario Castellanos agradeció el premio que lleva el nombre de la escritora chiapaneca.

“Este galardón que otorga el Senado de la República fortalece enriquece y honra a la literatura mexicana, Estamos muy orgullosos de entregarlo a una mujer que ha dedicado su vida a contribuir a la cultura de nuestro país. Sin duda es tiempo de mujeres y de escritoras“, resaltó a su vez la presidenta del Senado, Laura Itzel Castillo.

Hubo un minuto de aplausos para otra escritora que fue galardonada con ese premio, Luisa Josefina Hernández.

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