José Miguel Cobián
El shock todavía no se supera. Imposible pensar fríamente después de una derrota (o una victoria) tan abrumadora y por ello, también tan inesperada.
Para Morena es momento de tomar decisiones. ¿Seguirá Claudia la política de AMLO de ignorar a las minorías? ¿Utilizará su enorme capital político para resolver el enorme déficit fiscal? ¿Seguirá el manual de la política mexicana de echar culpas a su antecesor, o seguirá la tendencia de culpar a figuras históricas como Hernán Cortés o Felipe Calderón? ¿Cambiará la tendencia de evitar inversión privada en temas de energía eléctrica? ¿Invertirá en mantenimiento de toda la infraestructura que AMLO abandonó y es patrimonio de todos los mexicanos o buscará obras emblemáticas? ¿Será eficiente en la solución de los problemas de salud pública generados por AMLO? ¿Hará lo que debe de hacerse para mejorar el país o cuidará que AMLO no la dañe en la revocación de mandato y seguirá a sus órdenes? ¿Será la administración del país un órgano colegiado o ella tomará todas las decisiones?
Son muchas las interrogantes sobre lo que nos depara el futuro. Para la oposición y su enorme fracaso son muchas las preguntas que los ciudadanos esperamos se respondan.
¿Se habrá dado cuenta el PRI y el PAN que no representan a los ciudadanos? ¿Comprenden que una vez más traicionaron a los que confiamos en ellos? La traición comenzó hace seis años, cuando no asimilaron la magnitud de su derrota ante AMLO, cuando jamás reconocieron el daño que causó su corrupción a millones de mexicanos, que una vez más, hoy recordaron los agravios y se los cobraron en las urnas. La soberbia les duró más de una elección presidencial y hoy allí tienen los resultados.
Esa oposición de PRI y PAN, jamás se alió con México ni con los ciudadanos. Aprovecharon que un sector de la población estaba descontento con los proyectos llevados a cabo por la administración actual, exacerbaron ese descontento, en algunos casos con acusaciones ciertas, y en otros casos, con un torrente de mentiras, que muchos ciudadanos ingenuos les creyeron sin confirmar absolutamente nada. Los grupos de ultraderecha también hicieron su agosto engañando a la población descontenta.
Utilizaron todas las artimañas para lograr la máxima cantidad de votos inmerecidos. A cambio de ello, los caciques nacionales se repartieron las plurinominales de diputados y senadores federales. Repartieron también senadurías dónde sabían que, aun perdiendo la elección, sus candidatos llegarían al senado siendo primera minoría. A nivel estatal hicieron lo mismo con las plurinominales para diputado local, aprovechando que el PRI tendría las suyas y el PAN las propias. Incluso las regidurías se repartieron acorde a la conveniencia de las élites de ambos partidos, en los lugares donde habría elecciones municipales.
Pero no sólo eso, invitaron a personas idealistas a ser candidatos a diputado local y federal, sin entregarles completo el presupuesto que les asigna el derecho electoral. De tal manera que los gastos de campaña fueron sufragados con recursos propios de los candidatos. Los comprobantes enviados al comité estatal, y con esos comprobantes, los líderes y las élites, disponer de los recursos federales para su propio beneficio.
En el caso de los dirigentes de la Marea Rosa, o no estaban informados y fueron manipulados por los partidos, o mintieron descaradamente, con el fin de mantener el ánimo de los votantes de oposición, afirmando que se ganarían gubernaturas como la de Veracruz o la de Yucatán, cuando los resultados muestran que todo ese optimismo fue equivalente a las arengas de un general a su ejército en una misión suicida.
Entendemos la magnitud de la derrota, si a todo lo anterior le aunamos las violaciones a la ley electoral, y la compra de voto por parte de Morena, que, por cierto, no fueron determinantes para el resultado final, es comprensible que un pueblo con muchas necesidades, aunque reciba mínimas cantidades de dinero, (mínimas para los dirigentes de los partidos, pero muy importantes cuando el dinero escasea), ese pueblo agradezca un cambio en la política asistencialista, feliz por lo que recibe sin percibir lo que pierde. Y por cierto, no lo percibe, porque los partidos de oposición no hicieron su función durante el sexenio, fueron una oposición cómoda, aunque dieron algunas batallas en el congreso, se cuidaron mucho de criticar al presidente. Sospechamos que, por obvias razones, sus expedientes los mantienen callados.
La masa crítica de ciudadanos debe continuar creciendo. Apoyando lo bueno que haga Claudia y exigiendo corregir lo malo. Mientras tanto, en democracia se gana y se pierde. No perdió ningún ciudadano, perdieron los políticos. No ganó ningún ciudadano, ganaron los políticos.
A nosotros nos queda vigilar el buen desempeño de aquéllos a quienes elegimos para administrar al país o los estados. A aquéllos que se les elige para legislar.
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