Hace más de 5 décadas ocurrió un hecho que me impacto sobremanera, cuando laboraba como docente en la ciudad de Córdoba y había egresado, dos años antes, de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana; para ese entonces imperaba en el escenario nacional el partido tricolor y fungía como Presidente de la República Gustavo Díaz Ordaz, en medio de protestas diversas, de represiones y de varios presos políticos en Lecumberri. Fue el 23 de septiembre de 1965, ante arbitrariedades del gobierno estatal y comportamientos abusivos de caciques regionales, cuando un pequeño grupo de 9 jóvenes se atrevió a saltar, con armamento rudimentario, el cuartel militar de la localidad de Madera, en el Estado de Chihuahua, resguardado por más de 100 efectivos bien pertrechados. En este año y en este mes se cumplen 55 años de esa osada aventura e incorporo el cometario que elaboré en el pasado reciente:
Después de algunos años, estoy releyendo la última novela de Carlos Montemayor, el extraordinario intelectual y humanista chihuahuense que muere en el segundo mes del 2010. Ese singular personaje plasmó literariamente en su obra “Las mujeres del alba” una serie de testimonios, sentimientos y vivencias de madres, hermanas, esposas e hijas de esos jóvenes que ofrendaron su existencia, por un país mejor, el 23 de septiembre de 1965 en la localidad de Ciudad Madera, en el asalto al cuartel militar de dicha zona, utilizando armas rústicas, explosivos caseros y estando en proporción de desventaja numérica de 10 a 1. Ese suceso dramático y conmovedor en el marco de la lucha sociopolítica mexicana impactó a Montemayor, quien a sus 18 años como estudiante grabó fielmente en su memoria tal acontecimiento.
Transcurrieron 38 años para que el versátil hombre de Parral sacara a la luz pública su novela “Las armas del alba”, donde describe magistralmente los motivos de esos muchachos idealistas, encabezados por el profesor Arturo Gámiz y el doctor Pablo Gómez, que se oponían a los abusos de los caciques y terratenientes, a la complicidad de las autoridades con los poderosos para explotar a los campesinos envueltos en su pobreza, con carencias educativas y sin apoyos o ayunos de asesoría agropecuaria. Ese texto conocido en 2003 restituye memoria y dignidad a los caídos y representa el surgimiento de las guerrillas en la historia reciente de nuestro país. La sensibilidad y juicio crítico del autor propició entender la angustia y compromiso ético de los protagonistas ante la descomunal empresa bélica: “Tienes miedo? ; es ahora y aquí…”, no había vuelta de hoja, esos 17 o 18 jóvenes se jugaron el todo por el todo ante 120 efectivos castrenses bien armados y entrenados.
Hay que consignar que cuando Montemayor presentó la citada novela (2003) en Ciudad Juárez, escuchó el sentir o reproche de una de las asistentes a dicho evento. Fue la profesora Alma Gómez quien le indicó la ausencia de mención a las mujeres en su
trabajo narrativo. Es de entenderse que desde ese momento el sensible Carlos se comprometió a escribir otro libro que proyectara el mensaje o discurso femenino ante el acontecimiento de Ciudad Madera. Así surge en 2010 la novela “Las mujeres del alba”, donde se incorporan 95 monólogos femeninos y es el espacio donde las madres, esposas, hijas y hermanas de los guerrilleros vierten sus angustias, inconformidades, anhelos, emociones y sentimientos de protección hacia los suyos. A mi modo de ver Montemayor se sublima en esta su última obra literaria, pues logra plasmar en sus personajes la tragedia acontecida. Transmite en ese relato coral “la emoción, el miedo, el dolor, la tristeza, el amor de todas y cada una de esas féminas, que aunque diferentes entre sí, tenían algo en común, conciencia social, valentía, dignidad y solidaridad para con sus hombres…”
De manera sintética se puede aseverar que “Las armas del alba” y “Las mujeres del alba” son dos visiones de un mismo suceso. Son dos novelas, la versión masculina y la interpretación femenina del primer levantamiento guerrillero de la historia moderna en nuestro sufrido México. Hay que leer esas dos aportaciones de ese singular novelista y poeta norteño que se hizo merecedor a varias distinciones culturales, literarias y académicas. Carlos Montemayor en febrero de 2010, ya muy quebrantado de salud le externó a su esposa Susana: “Siento que es mi mejor novela…” Un amigo indicó: “estaba satisfecho porque había logrado concluir una obra diferente a todo lo que había escrito hasta entonces…” Además había saldado una promesa emitida 7 años antes a una docente.
Las circunstancias actuales nos indican que nuestro país amerita un profundo cambio social, económico y político por la vía pacífica. Durante las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado hubo experiencias terribles y sangrientas que no deben repetirse. Acorde con Fritz Glockner, esa llama heroica encendida antes del movimiento del 68, “debe dejar de ser nostalgia y evitar disfrazarse de impunidad para alcanzar a quienes han diseñado por varias décadas la tarea de la ignominia”.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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